miércoles, 15 de mayo de 2013

Vamos a vender mentiras

Durante años he podido soportar a los incómodos vendedores ambulantes que se suben a hacer su rebusque en los buses, son una parte más de nuestra fauna urbana bogotana. Venden de todo desde colombinas hasta cosas poco útiles como esferos que no escriben o borradores que manchan. Confieso que si alguno se sube ofreciendo unas chocolatinas blancas turcas que me parecen deliciosas casi nunca puedo evitar comprarlas.

Entre todos ellos, existen unos especializados en vender mentiras que se suben al transporte urbano (me cuentan que ya están hasta en Transmilenio) a la caza de ciudadanos incautos y de buen corazón,  los que conmovidos con sus tristes y trágicas historias no dudan en llevarse la mano al bolsillo para buscar una moneda con la cual poder ayudar a menguar sus supuestas penurias.

Poco inteligentes me resultan aquellos que se mantienen por meses o años en la misma ruta, a las mismas horas y con las mismas historias. ¿No piensan que les puede salir un bus con más de un pasajero repetido? Bueno, o es que no piensan, o es que definitivamente la vergüenza la perdieron en alguna parte. Esta es una pequeña selección de los vendedores de mentiras que me he encontrado y a los que ya no les daría ni una moneda falsa:

Un tipo muy joven que dice tener a su mujer en el hospital con un bebé recién nacido y que "necesita una platica para unos pañalitos y un suerito" y cuyo jefe le dijo que no se le podía prestar, así que él se había visto obligado a pasar por la vergüenza de tener que pedir en los buses para juntar lo necesario. Lo gracioso es que el molesto uso de diminutivos le funciona y siempre logra reunir una buena cantidad de monedas y uno que otro billete.

Una mujer de veintitantos años que siempre se sube muy bien peinada y con las uñas como recién salidas de manicura, que usa una voz entrecortada, para pedirles a los pasajeros una ayuda para poder completar la plata para unos medicamentos carísimos que necesita urgentemente su esposo taxista, que está herido en el hospital porque la noche anterior fue atracado y apuñadado por unos bandidos que le perforaron un pulmón y "en este momento se está debatiendo entre la vida y la muerte". A esta la he visto mínimo unas 7 veces y puedo decir que a veces se sobreactúa, pero siempre se baja con unas monedas de más entre las manos.

Por último, un muchacho que siempre dice que lleva tres semanas "trabajando" en el transporte urbano y en ese tiempo se ha dado cuenta que cada día la sociedad está más dura, y que espera que le den alguna moneda, sin importar su valor, "lo importante es que me la den de corazón" (eso acostumbra decir) a cambio de una colombina para seguir su tratamiento de rehabilitación de las drogas. Las tres semanas son realmente mucho más de tres años en los que lo he oído decir lo mismo más de 20 veces, a veces desaparece por algunos meses, pero luego vuelve a la carga. El problema con este es que es malgeniado y si alguien solo le da una moneda de $100, le quita la colombina, le tira la moneda y lo trata de tacaño y otras cosas que no puedo ni decir ni escribir #%$&!!!!

Bueno, puede que yo sea malpensada y resulte que el primer tipo y su esposa sean un extraordinario y milagroso caso de fertilidad y puedan tener más bebés en un año que una pareja de conejos, en cuyo caso deben ser objeto de estudio científico;  que el esposo de la mujer sea muy de malas y lo atraquen y lo apuñalen varias veces en un mismo año, lo cual haría que un chamán le recomendara bañarse con agua de las siete hierbas a ver si le cambia su negra suerte; y que el malgeniado vendedor de colombinas no esté muy cuerdo o no tenga la misma noción de tiempo que tenemos los demás y realmente crea que lleva en ese "trabajo" tres semanas. 

Y ustedes ¿tienen sus propios vendedores de mentiras detectados? ¿Aún se conmueven con alguna historia reforzada con diminutivos o voces entrecortadas? o de repente ¿se han encontrado con los mismos que yo y no hallan como aguantarse las ganas de reír cada vez que los oyen  contar sus supuestas tragedias y luego oyen como suenan las monedas cayendo en sus manos?

El trabajo no es deshonra, dirán algunos...